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miércoles, 26 de marzo de 2008

La Radio y don Matías

Era don Matías un viejecito encantador, de voz fina y delicada. Hombre muy educado y amable, aunque alguna vez que otra sacaba también su genio. De vez en cuando se le oía contar episodios de su vida, batallitas que diríamos nosotros. Le conocí hace ya muchos años, pero nunca personalmente. Fue a través de un programa de radio al que solía acudir de invitado. Allí daba su opinión y hablaba sobre sus vivencias. Aún recuerdo aquella historia sobre una chica que conoció de joven. Se llamaba Dolorcitas, pero sólo llegó a ser su amor platónico. Ella trabajaba de dependienta en una zapatería y él se acercaba a menudo por la tienda a observarla desde lejos, pero jamás se atrevió a declararle su amor. Don Matías también nos hacía reír. Nunca se sabía en qué instante podría aparecer por el programa, nos cogía a todos por sorpresa, pero siempre le esperábamos, ansiosos por saber qué novedades aportaría cada día. Yo, incluso llegué a hablar alguna vez con él por teléfono.
Por todo eso, guardo un grato recuerdo suyo. Pero no sólo de él, sino de todo lo que representó y representa para mí la radio.
Por aquel entonces, cuando tenía tiempo, nada más levantarme por la mañana, lo primero que hacía era encender la radio. En ocasiones hasta estudiando la ponía porque me relajaba. Tenía mis programas favoritos como éste del que hablé antes, pero también me gustaba descubrir otros nuevos.
Eran los años 80, cuando en España vivíamos tiempos de cambio, y la radio no lo iba a ser menos. Con la libertad y la democracia se aprobó la concesión de licencias para numerosas emisoras de radio privadas. Llegó el boom de la FM. A cada momento se encontraba alguna nueva en el dial, como también desaparecían a los pocos años. Cito el caso de Antena 3 Radio o el de Radio 16.
Era el comienzo de una nueva radio, en muchas ocasiones con pocos medios, pero con una imaginación desbordante. Digo desbordante, porque don Matías jamás existió. Este personaje fue creado por Manuel Molina, un locutor de radio, en cuyo programa todos los oyentes éramos cómplices de su invención y partícipes de esa fantasía. Otro ejemplo más conocido es el de Javier Sardá con su señor Casamajor.
Hasta los seriales radiofónicos se renovaron y aquellos dramas pasionales dieron paso a una comedia ligera como "La saga de los Porretas", con problemas y anécdotas de la vida cotidiana de una familia, y con un jubilado como su principal protagonista.
También empezó a haber cada vez más competencia, entre programas dedicados a la crítica política y social.
La radio es una muestra del poder que tienen los medios de comunicación de masas. Citemos el caso de Orson Welles, que con su representación radiofónica en forma de noticiario de "La guerra de los mundos" llegó a sembrar el pánico en las ciudades donde se situó la acción de la novela de H.G. Wells.
Ese poder de convocatoria que posee, se utiliza como influencia política y de opinión. Detrás de importantes cadenas de radio se mueven grandes capitales.
Decimos que la radio es comunicación, pero esa palabra es bastante amplia. A mí me gusta la radio del entretenimiento, la musical, de entrevistas o de participación. También la radio de noche, intimista y más relajada. Puede servirte de compañera de viaje o en el trabajo. Es como una especie de amistad lo que compartes a través de las ondas. Es información, diversión, imaginación y fantasía. La radio es mágica.
Por último, quisiera decir que este post no ha sido más que una excusa, para dedicar y rendir mi pequeño homenaje, a todos los que hacen posible la magia de la radio.


LA RADIO - DYANGO