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jueves, 28 de agosto de 2008

Mis queridos fantasmas

El otro día pasé por allí, por delante de aquel edificio. Seguía igual que siempre, con el mismo aspecto tétrico. Era de noche, pasadas las 2 de la madrugada. La calle estaba casi desierta y aún imponía más al verlo. Me atreví a sacar algunas fotos. Solía pasear por allí de día, pero esta vez resultaba emocionante hacerlo de noche.
Estoy hablando del inmueble situado en la calle Pagés de Corro del sevillano barrio de Triana, que hospedaba en su planta baja al desaparecido cine Fantasio.
Cada vez que me he acercado a verlo me ha mostrado la misma imagen. A pesar de ser un edificio moderno, a lo largo de sus tres plantas se presenta una fachada descuidada, persianas siempre bajadas, balcones sin vida, ni un solo objeto en ellos, ni una maceta; nada que indique estar habitado por algún inquilino valiente, que no le afecten las historias que se cuentan sobre la existencia de fantasmas y fenómenos paranormales.
El cine Fantasio no llegó a ser sólo conocido por sus precios populares sino por unos rumores que cada vez fueron cogiendo más forma. A los vecinos de la zona que se les preguntaba declaraban que se oían quejidos, crujidos y ruidos extraños, en sus plantas superiores destinadas a viviendas. Estos pisos se encontraban en régimen de alquiler y fueron poco a poco siendo abandonados por sus habitantes. Cuánto me hubiera gustado poder hablar con alguno de ellos y conocer el motivo de su cambio de residencia.
Testimonios había para todos los gustos. Por poner un ejemplo, el del incendio misterioso de un coche aparcado en la puerta del cine. ¡Y pensar de que antaño yo había estado allí, viendo en esa sala a John Travolta, luciendo su palmito en Grease!
La presencia de turistas curiosos preguntando por el caso, hizo que los rumores sobre esas historias corrieran como la pólvora y se fueran extendiendo hasta más allá de la ciudad.
Contaban que muchos años atrás, en aquel solar se encontraba un cementerio. Otros decían que allí se enterraron personas que habían sido ejecutadas. Eso me hizo recordar al edificio contiguo a mi casa, situado no muy lejos de esa zona. En éste, cuando fue derribado para construir nuevas viviendas, y al hacer los cimientos, fueron hallados por los albañiles objetos arqueológicos y hasta restos de esqueletos humanos. El encargado de la obra mandó a cubrirlo todo inmediatamente antes que la noticia llegara a oídos de alguna autoridad y ordenase la paralización del proyecto. Quién sabe si allí ocurrió algo parecido al construir aquel nuevo edificio, que en su subsuelo se encontraban restos de seres que fueron obligados a abandonar este mundo, y a lo que ellos se seguían resistiendo, manifestándose de alguna manera a sus habitantes.
Todo esto dió lugar a la presencia de investigadores expertos en la materia. Intentaron hacer grabaciones de esos ruidos extraños, buscando posibles psicofonías, pero resultó inútil. No encontraron indicios de tales fenómenos. Alguno se atrevió a escribir sobre el tema desmintiéndolo todo e intentando desmontar la historia, buscando posibles beneficiarios de la misma. Entre ellos, el dueño de un bar cercano que hacía caja cada vez que se dirigía algún curioso a preguntarle. Este investigador llegó incluso más lejos. Dijo, que el propietario del edificio había prometido un piso al dueño de aquel bar, amigo suyo, pero que al decidir venderlo aprovechando la especulación de viviendas de principios de los años 90, olvidó la promesa hecha. Y que éste en venganza por ello, hizo correr aquel rumor para impedir que se hiciera un buen negocio con la venta.
Con todo eso, no creo que este investigador haya conseguido borrar la idea de que allí había ocurrido algo extraño realmente. ¿Por qué iba a cambiarse ahora de repente una historia aceptada por todos? Si ya estábamos acostumbrados a convivir con ella. Si esos fantasmas ya eran unos vecinos más de aquella calle y de aquel barrio.
Reivindico el derecho a tener mis propios fantasmas y no consiento que ningún investigador venga con todo su equipo tecnológico a quitarme esa ilusión, cargándoselos de un plumazo. Ellos continúan allí porque seguirán estando mientras queramos nosotros.
Son mis fantasmas, los que yo saludaba cada día al pasar. Los que me hacían disfrutar con esa sensación de sentir miedo. Me creía importante por tener algo tan cercano. ¿Acaso el Roxy no sigue teniendo los suyos? El Fantasio también desapareció como el Roxy cuando llegó la crisis del sector y empezaron las novedosas salas multicines. Fue posteriormente convertido en un supermercado, pero ahora, en estas fechas, ni siquiera sé qué uso se le está dando al local.
Y ahora, al final, se me ocurre hacerme una pregunta: ¿Seguirá existiendo la leyenda de los fantasmas del cine Fantasio, como tantas otras, que al cabo de los años se tomaron como reales, aunque se sospechaba que no lo fueron? ¿Por qué no?
Con todo respeto para aquellos que creen en fantasmas.


(Para obtener más información puedes pinchar en el apartado "Más datos sobre el tema")
El caso de los fantasmas del sevillano cine Fantasio


Un relato curioso. Entre sus protagonistas, los fantasmas del Fantasio:
El fantasma del Fantasio y otros infundios

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